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No era la primera vez que Juan Antonio Reig Pla, el obispo de Alcalá de Henares, soltaba una perlita de este calibre. Sin embargo, por el contexto en el que hizo sus declaraciones (homilía de Viernes Santo que fue retransmitida por La 2), sus palabras homófobas calaron entre la ciudadanía.

Al hilo de la injuria, en el Consejo de Administración de RTVE se propuso debatir los comentarios de este personaje (que no tiene otro nombre), pero desafortunada y casualmente al no estar el tema en el orden del día, los tres representantes del PP abandonaron la reunión, al igual que hizo el vocal de CiU.

Esta fugaz huida impidió que RTVE reprobara al obispo. Aunque el resto de los vocales (PSOE, IU, ERC y UGT) acordaron remitir un escrito de protesta a la Conferencia Episcopal. Y eso que todavía no se han hecho con la televisión pública, que cuando ocurra no quiero ni pensar cuál será su parrilla.

Representantes de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) y del Colectivo de Gays de Madrid (COGAM) presentaban el día 17 de abril una denuncia conjunta ante la Fiscalía Provincial de Madrid contra estas controvertidas declaraciones.

La cosa no quedaba ahí, sino que en la página del obispado se publicaban testimonios de personas que perjuraban haber abandonado la vida homosexual, «el llamado estilo de vida gay».

Ayer mismo, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, mostraba su apoyo al obispo de Alcalá metiendo su propia cuñita «las relaciones homosexuales son objetivamente desordenadas».

¿Hasta dónde vamos a llegar? Libertad de expresión sí pero faltas de respeto no. Seguimos conviviendo con una Iglesia retrógrada que aunque tiene por máxima la integración y la no discriminación entre seres humanos, se salta sus propios principios cuanda la viene en gana.